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EL TRÁNSITO DE LA MEDICINA CONVENCIONAL
A LA MEDICINA HOLÍSTICA ES INEVITABLE
http://www.dsalud.com/numero123_4.htm
La
medicina no avanzará en el ámbito de la curación mientras siga anclada
en el paradigma mecanicista y considere que las llamadas enfermedades se
pueden superar actuando sólo a nivel bioquímico y de forma aislada
sobre órganos y sistemas. Es pues urgente y necesario que asuma los
conocimientos de la Física Cuántica y de la realidad holográfica del
universo asumiendo que la materia es energía en distintos grados de
vibración, que está interconectada y que puede actuarse por tanto sobre
ella mediante frecuencias vibratorias y, por ende, a través de la luz,
el sonido o las radiaciones pero también de la mente. Y que en
nuestros cuerpos todas y cada de las células, órganos y sistemas están
interconectados por lo que cualquier tratamiento, si queremos que sea
eficaz, debe ser holístico, integral. Es hora de que los médicos lo entiendan.
Médicos,
biólogos y farmacéuticos siguen inmersos en un paradigma newtoniano,
cartesiano y mecanicista que no tiene en cuenta los principales
descubrimientos científicos de las últimas décadas y sigue considerando
que la curación puede conseguirse tratando órganos y elementos
aisladamente. Ignoran pues desde los principios fundamentales de la
Física Cuántica hasta la concepción holográfica del universo y de la
vida según la cual cada punto del mismo contiene la información de todo
el universo porque como decía el Kybalión “el todo está en la parte y la
parte está en el todo”. En otras palabras, en el universo todo está
interrelacionado y la materia tal como se entendía hasta hace bien poco
no existe pues ésta no es más que una manifestación de la energía en
distintos estados grados de vibración.
Es más, los grandes
laboratorios de investigación llevan comprobando desde hace tiempo que
los estados mentales se pueden parametrizar de acuerdo a longitudes y
frecuencias de onda. Las ondas alfa, beta, theta, delta y gamma son de
hecho ya bien conocidas por muchos terapeutas de la mente al igual que
los estados de conciencia asociados a ellos. Hasta el prestigioso
Instituto Tecnológico de Massachussets (EEUU) ha realizado
investigaciones sobre la influencia de la mente en el organismo con
lamas en estado de meditación y las sorpresas han sido ya muchas aunque a
mi juicio destaca una: que la comunicación entre las distintas neuronas
sucede a diferentes velocidades. Como el investigador Peter Fraser
explica en el vídeo La matriz de la vida “la Neuropsicología actual ha
demostrado que algunos nervios se comunican a una velocidad de 321
kilómetros por hora mientras otros lo hacen a sólo 3’2”. Este
sorprendente dato hace que el investigador se pregunte: “¿Cómo puede el
cerebro coordinar el sistema nervioso y todos esos movimientos tan
sutiles cuando la información viaja a velocidades diferentes?” Su duda
desaparece al acudir a la vieja medicina taoísta: “Los meridianos de
acupuntura se comunican con un orden y ese orden es el campo de
energía”. El biofísico James L. Ostman coincide con él: “Los impulsos
nerviosos y las reacciones químicas son demasiado lentos como para
explicar la sutileza de muchos de nuestros movimientos; como los de una
bailarina, por ejemplo”.
El afamado biólogo Bruce Lipton -autor de
Biología del pensamiento- afirma por su parte que “la mente es un campo
electromagnético y el pensamiento se puede leer actualmente con
electrodos conectados al cerebro aunque es aún más interesante el
magneto-electroencefalograma porque lee la actividad magnética del
cerebro y los campos de la actividad neural sin tocar el cuerpo. Y lo
que han detectado estos aparatos es que cuando estás procesando
información con el cerebro emites campos magnéticos”.
Obviamente
estos hallazgos en laboratorio están propiciando un cambio radical en la
concepción de nuestro cuerpo y, por ende, de la salud. El antes citado
Fraser no duda al afirmar que “se está produciendo actualmente una
importante fractura en la Física. Los tratamientos químicos parecen ser
eficaces en los problemas a corto plazo pero no en los crónicos”.
Para
la escritora e investigadora Lynne McTagartel patrón antiguo se basaba
en ver las reacciones químicas como una especie de colisión entre
moléculas de la que se obtendría información para realizar los
subsiguientes procesos químicos. Es decir, un modelo mecánico en el que
ni las emociones ni la conciencia contaban porque eran sólo el resultado
de la producción de enzimas y hormonas. Valga como ejemplo cómo se
pretendió reducir el fenómeno del enamoramiento a una simple cuestión
hormonal sin relación con los sentimientos, es decir, con el ser del
individuo.
Afortunadamente hoy, frente a esta concepción
reduccionista, biólogos que sí han integrado el paradigma cuántico están
explicando los diferentes mecanismos celulares de una manera holística
aplicando entre otras cosas el modelo electromagnético que gobierna
tanto el Cosmos como la mínima expresión molecular.
El citado
Bruce Lipton, en su obra Biología de la creencia, llega a la conclusión
de que la membrana celular es el componente más importante de la célula
porque “allí es donde se produce el intercambio de información con las
otras células”. Es decir, el intercambio holístico de información es el
proceso básico para que todo organismo funcione correctamente al unísono
y no desordenadamente como parece ocurrir en el cáncer. “El hecho de
que la membrana celular se comporte como una especie de chip implica que
resultaría más apropiado- y también más instructivo- comparar las
funciones de la célula con las de un ordenador personal. La primera idea
fundamental que se deduce a partir de ello es que los ordenadores y las
células son programables. La segunda es que el programador se encuentra
fuera del ordenador y también de la célula. La actividad biológica y
génica está dinámicamente relacionada con la información procedente del
entorno que es lo que se descarga al interior de la célula”. En otras
palabras, que es el intercambio de información el que da sentido a la
célula.
El propio Lipton realiza un símil con el ordenador para
explicar el funcionamiento celular que resulta muy gráfico para nuestro
lenguaje actual. “Cuando me imaginé la célula como una biocomputadora
supe que el núcleo no es más que un núcleo de memoria, una unidad de
disco duro que contiene la programación del ADN y que codifica a su vez
la producción de proteínas. Llamémoslo ‘disco de memoria de doble
hélice’. En tu ordenador puedes pues insertar un disco de memoria que
contenga un enorme número de programas especializados - por ejemplo un
procesador de textos, de imágenes y hojas de cálculo- y una vez que
descargas el programa en la memoria activa puedes retirar el disco del
ordenador sin alterar el funcionamiento del programa. Bien, pues de
igual forma, cuando retiras el disco de memoria de la doble hélice al
eliminar el núcleo la actividad de la maquinaria proteica de la célula
continúa porque la información que creó esa maquinaria ya ha sido
descargada”. En otras palabras, podemos “reprogramar nuestras células”.
El
científico y ex astronauta Edgar Mitchell, fundador del Instituto de
Noética, redunda en tales ideas con estas palabras: “La materia es
energía comprimida y la información patrones de energía. Hay un flujo
constante de información en nuestro cuerpo que aún no entendemos del
todo pero que bien podría haber sido descrito por los chinos en su
sistema de acupuntura”.
De hecho la actual primacía del ADN sobre
nuestra biología -que lleva al determinismo sobre la enfermedad- está
siendo ya discutida por muchos investigadores, entre ellos por el propio
Lipton quien niega que los genes controlen el organismo. La bióloga
colombiana asentada en Barcelona, Ana Rogelia Monsalve, opina así por su
parte. “La energía del cosmos y la nuestra son similares. Nuestro
organismo captura energéticamente esa vibración que es luz. Y es el ADN
el que hace posible el ensamblaje entre el yo superior y la conciencia
álmica”.
En suma, hablamos de una nueva concepción que considera
el ADN como un mapa de nuestro organismo pero que es dependiente del ADN
energético individual, es decir, de la esencia inherente o energía
individual que a través de las encarnaciones el ser ha venido
experimentando. Cada acción o pensamiento del ser humano sería un
interactuar energético -a través de sus pensamientos, palabras, obras y
emociones- y tanto el ADN biológico como el energético serían, de
acuerdo con esta teoría, unos meros identificadores a nivel cósmico
siendo el ADN energético el encargado de dirigir cada filamento de
nuestro ser reorganizando su estructura en función de la información. Es
más, sería el contraste a lo largo de la vida de la conciencia entre el
ADN biológico y el energético lo que produciría cambios en las
estructuras que pueden acarrear dolor y llevar a un comportamiento
impulsivo e irracional debido al desconocimiento de lo que está pasando.
Y para evitarlo sería preciso utilizar la consciencia de ese flujo
energético que está llegando y focalizarse en las energías ligadas a la
lógica, el sentido común, la armonía, la belleza, la paz, respeto,
tolerancia…
Esta nueva concepción de la célula y del ADN nos
coloca en el camino de una comprensión certera del poder de la
intención. El ya mencionado Edgar Mitchel afirma por ello sin ambages
que “en los últimos 20 años se ha demostrado que la intención sí tiene
efectos físicos”. Dietmar Cymbal, investigador alemán en Biofísica,
afirma por su parte que “la ciencia moderna ha eliminado la primacía de
la materia y demostrado que es la mente, la conciencia o el espíritu
quien lleva la voz cantante. Y la única forma de definir el espíritu es
como un campo de energía inteligente”. Para Lynne McTaggart, autora de
El campo –conocido best-seller sobre medicina energética- “enviar una
intención de que estoy mejor es enviar una energía en forma de
pensamiento al propio cuerpo para que se autorrepare. En un hospital de
Houston tuvo lugar una historia muy significativa protagonizada por un
grupo de personas con artritis. Los médicos que les atendían operaron a
la mitad de ellos de la rodilla y a la otra mitad no; simplemente les
abrieron las rodillas y luego se las cerraron sin más. Bueno, pues la
reacción de unos y otros fue la misma a los tres años: todos se habían
curado independientemente de que hubieran sido operados o no”.
Las
pruebas de laboratorio son hoy concluyentes: cuando tenemos
pensamientos positivos descargamos en el cuerpo unas sustancias químicas
positivas. Y cuando pensamos en negativo otras bien diferentes. Lo que
pensamos influye pues en la nutrición de las células. Candance Pert,
poseedora de varias patentes sobre péptidos modificados y profesora en
la Escuela de Medicina de la Universidad Georgetown de Washington
(EEUU), explica así la nueva visión sobre la célula y la comunicación de
información: “Cada célula es un pequeño hogar de conciencia. La entrada
de un neuropéptido en una célula equivale a una descarga de bioquímicos
que pueden llegar a modificar su núcleo”. Es decir, nuestro cerebro es
capaz de crear neuropéptidos que las células se acostumbran a ‘recibir’
dando lugar a cada una de las emociones que expresamos: ira, angustia,
alegría, envidia, generosidad, pesimismo, optimismo... Y al
acostumbrarse a ellas se crean hábitos de pensamiento. Por tanto a
través de sus millones de terminaciones sinápticas nuestro cerebro está
continuamente recreándose. Todo pensamiento o emoción crea de hecho una
nueva conexión que se refuerza cuando pensamos o sentimos luego eso en
ocasiones posteriores. Es así como una persona asocia una determinada
situación con una emoción. Y es lo que hace que una mala experiencia en
un ascensor -como quedarse encerrado en él- pueda hacer que el objeto
‘ascensor’ se asocie al temor a quedarse encerrado. De ahí que si no se
interrumpe esa asociación nuestro cerebro pueda relacionar ese
pensamiento-objeto con esa emoción y refuerce la interconexión dando
lugar a lo que en el ámbito de la psicología se conoce como fobia o
miedo. Solo que Bruce Lipton llega todavía más lejos y afirma: “Todas
las proteínas de nuestro cuerpo son un complemento físico o
electromagnético de algo ya presente en nuestro entorno. Cada una de las
proteínas funcionales de nuestro cuerpo es una imagen complementaria de
las moléculas ‘señal’ del entorno”.
Toda esta interrelación entre
pensamiento y biología nos lleva de cabeza al inexplicado efecto
placebo. Según Bruce Lipton, biólogo y profesor en la Escuela de
Medicina de la Universidad de Wisconsin, al menos un tercio de las
curaciones no tienen de hecho nada que ver con la medicina empleada sino
con el efecto placebo. Claro que para el biólogo Rupert Sheldrake “el
efecto placebo es otra manera de hablar de la capacidad de autosanación
del cuerpo humano”. Y el biofísico alemán Diezmar Cymbal opina por su
parte que “el efecto placebo está creado por los campos de energía que
rodean al cuerpo. El ejemplo es cómo al apretar un botón de nuestro
mando de la televisión vemos un determinado canal porque entramos en esa
frecuencia; bueno, pues en nosotros ocurre igual. Cuando enfocamos la
mente en algo nuestra energía sigue a ese foco en forma de frecuencia;
en este caso, la curación”.
La bióloga colombiana ya citada Ana
Rogelia Monsalve comparte muchas apreciaciones de Bruce Lipton sobre la
célula solo que da especial relevancia a la mitocondria:“Es la
responsable de que tengamos fuerza muscular y energía. Y también de que
podamos tener una relación sexual satisfactoria”. La importancia de la
mitocondria es tal que hay personas que la han denominado “el sol
central de nuestra célula”, la que recibe la información de luz. Según
Monsalve “la glándula epífisis o pineal recoge la energía y la reconecta
con nuestro cuerpo calloso donde están todas nuestras memorias. La
médula espinal es la encargada de reconectar la información celular que
llega a través del líquido cefalorraquídeo a los sistemas linfático y
circulatorio con la periferia a través del sistema nervioso reinformando
todo el sistema celular. Cada sentimiento, pensamiento o emoción se
conecta a través de determinada frecuencia”. Cabe agregar que se ha
comprobado ya en laboratorio que una fuerte emoción puede dar lugar a
¡1.400 reacciones bioquímicas! en el cuerpo. Y que todas las emociones
influyen en nuestra fisiología.
LA IMPORTANCIA DEL TERCER OJO
Son
muchos asimismo los investigadores punteros que destacan hoy la
importancia y el poder de la glándula pineal o epífisis (el tercer ojo
de los hindúes). Randal por ejemplo ha encontrado correlaciones entre
ella, las estaciones y los ciclos de los astros, Takata con las
explosiones y vientos solares, y Terry y Cutler con las supernovas. Pero
especial mención merece la conexión del sistema límbico y la epífisis
con la luna. Una conexión que se establecería mediante la luz, las ondas
y el agua.
La verdad es que la Biología conoce aún poco de la
glándula pineal. Relacionada con el desarrollo sexual en la pubertad,
oficialmente se afirma que se empieza a atrofiar a partir de los 7 años
dejando de funcionar hacia los 14. Es decir, cuando tanto el hombre como
la mujer se han convertido en individuos fértiles aunque se desconoce
por qué. Los investigadores R. Kwak, F. Takeuchi, S. Ito y S. Kadoya
demostrarían de hecho en 1998 que la glándula pineal deja de funcionar
porque con la edad se calcifica. Sin embargo, otros, como el
norteamericano David Wilcock, piensan que la razón es la toxicidad de
los alimentos y bebidas de hoy día que alientan esa obstrucción.
Curiosamente
la glándula pineal o epífisis se activa en la oscuridad lo que explica
por qué todas las tradiciones espirituales han recomendado la meditación
por la noche y los mejores sueños se tienen igualmente a esas horas. Y
es que la activación de la glándula pineal crea un escudo ante las ondas
electromagnéticas exteriores y eso es lo que nos permite dormir. Por
tanto es en esta glándula donde se esconde el secreto del sueño.
La
glándula pineal produce dimetiltriptamina, un neurotransmisor
sintetizado a partir de la serotonina que es responsable de la
producción de los efectos visuales del sueño; asimismo se sabe que
aumenta la producción antes de la muerte. Bueno, pues las llamadas
drogas psicodélicas contienen una sustancia llamada DMT muy parecida a
ese neurotransmisor y de ahí que activen procesos similares. La
diferencia es que éstas provocan la activación artificialmente dejando
la glándula abierta a la generación de las mismas visiones o sueños
descritos por los chamanes de todas las civilizaciones. Sólo que
mientras el chamán puede salir sin problema de esa experiencia, el
drogadicto se queda enganchado a ella. Y eso pasa -en palabras sencillas
de entender- porque su glándula pineal queda “demasiado tiempo
abierta”. En suma, la razón de que las personas que sufren esas
alucinaciones tengan a menudo insomnio está en que su glándula pineal
sigue activada de día y continúa sintetizando melatonina cuando están
despiertas. También explicaría por qué se producen alucinaciones -siendo
incapaz de diferenciarlas de la realidad- de forma
Lynne McTaggart
Ciencia
periodista Lynne McTaggart es el premiado autor de best-sellers
internacionales sobre la salud cuántica y la conciencia. In "The Field,"
she uncovers a picture of an interconnected universe ... En "el campo",
ella descubre una imagen de un universo interconectado ...
Peter Fraser
Profesor
de la acupuntura, experto en medicina china Traditonal, científico y
autor bioenergéticos "Descifrando el Bodyfield Humanos" ...
Bruce
Lipton - biólogo de la célula, profesor de la Universidad de Wisconsin
Medical School, investigador de Stanford University, y el autor ...
Dr. Eric Pearl
Internacionalmente conocido curandero, profesor y autor del exitoso libro, "La Reconexión: Sana Otros, curarse "....
Edgar Mitchell, PhD
Científico,
astronauta del Apolo 14, oficial de la marina, profesor, escritor,
fundador de iones, cofundador de la Asociación de Exploradores del
Espacio ...
James L. Oschman, PhD
Biofísico,
biólogo celular, investigador, profesor, ampliamente publicadas en
revistas científicas, autor de libros de medicina de la energía ...
Marilyn Mandala Schlitz,PhD
Ctr.
Presidente de iones, científico, antropólogo, escritor e investigador
en el Instituto de Investigación de California Pacific Medical Center.
... ...
Rollin McCraty, PhD
Director
de Investigación del Instituto de HeartMath, escritor, orador y
profesor adjunto en la Universidad ... Claremont Graduate
Rupert Sheldrake, PhD
Autor, profesor y biólogo de Cambridge, director de la Perrott-Warrick proyecto ...
Arielle Essex, DO
Entrenador
de PNL certificada con Erickson College, doctor en osteopatía, y
conferencista internacional sobre la transformación personal ...
Dean Radin, PhD
Autor
de "El investigador Consciente Universo", en iones, conferencista
internacional y cofundador del Instituto de Fronteras ...
Herman Koning, MD
Fundador
de la Asociación de médicos neerlandeses de Biofísica de Medicina,
director médico de Medipoint, autor y profesor de ...
Folker Meissner, MD
Profesor
de la MTC y la bioenergética, médico holístico, fundador de la Academia
Alemana de Medicina Energética y Bioenergética ...
Dietmar Cimbal, DVM
Médico
veterinario e investigador de biofísica, fue uno de los primeros en
hacer una transferencia inalámbrica de datos biológicos ...
Howard Martin
Executive Vice President, Desarrollo Estratégico HeartMath, conferencista internacional, autora y músico ...
Deborah Rozman, PhD
Presidente y Co-CEO de Quantum Intech, un psicólogo, un ejecutivo de negocios, educador, autor ... y
Fritz-Albert Popp, PhD
Biofísico, profesor, investigador, escritor y fundador del Instituto Internacional de Biofísica de ...
SUSANA MORALES 23/11/1982
El
investigador alemán Fritz Albert Popp, profesor de Física en la
Universidad de Marburgo (República Federal de Alemania), acaba de
arrojar una nueva luz sobre un tema que apasiona tanto a médicos como a
biólogos y físicos: la emisión de radiación luminosa por parte de las
células animales y vegetales. El doctor Popp ha constatado recientemente
la existencia de este proceso natural de los seres vivos, calificada de
hipótesis hasta ahora, y ha puesto de manifiesto la gran importancia
que ello supone para el tratamiento de numerosas enfermedades; entre
ellas, el cáncer.
Desde el descubrimiento realizado por el
científico ruso Alexander Gurvich, en 1923, acerca de la existencia de
un tipo de radiación por medio de la cual las células se comunicaban
entre sí, los biofísicos de todo el mundo han estado a la caza de las
partículas y mecanismos implicados en este proceso. Gurvich, quien
trabajó con cultivos celulares de plántulas de cebolla, observó que si
se interponía un cristal de vidrio entre las células se producía una
desincronización de sus divisiones reproductoras (mitosis); no así con
un cristal de cuarzo. Lo que le llevó a pensar que existía una emisión
de radiación electromagnética entre ellas, perteneciente a la banda de
los rayos ultravioletas e implicada en un desconocido proceso
informativo intercelular.Fue un compañero de Popp, del Laboratorio de
Biofísica de la Universidad de Marburgo, Bernd Ruth, quien, hace ocho
años, pareció dilucidar de una vez por todas la cuestión. Utilizando un
multiplicador fotoelectrónico, aparato tan sensible que puede detectar
la presencia de una luciérnaga a diez kilómetros de distancia, comprobó
que realmente las células emitían luminosidad, aunque de ínfima
intensidad (hecho del que, desde 1960, científicos rusos decían haber
demostrado).
Ruth encontró, además, los portadores de dicha
radiación: unas partículas a las que denominó biofotones. Y constató la
excelente capacidad de las células sanas para emitirlas, detectarlas y
acumularlas. Las objecciones surgieron esta vez ante la posibilidad de
que esta irradiación fuera de origen térmico, ya que se sabe que todas
las sustancias, animadas e inanimadas, emiten cierta radiación siempre
que posean una temperatura superior al cero absoluto (-273,16 ºC). Esto
es, precisamente, lo que el doctor Popp acaba de refutar, ya que la
medición de la radiación celular resulta incomparablemente más potente
que la producida por la temperatura.
Popp opina que este tipo de
radiación se encuentra, efectivamente, al servicio de la comunicación
celular, puesto que se trata de una emisión de tipo lasérico. Es decir,
las células sanas no emiten ondas luminosas de forma caótica, sino
rítmica y coherentemente (entendiendo por coherencia un parámetro
indicador de la validez del intercambio de información en una
comunicación), característica de los rayos láser.Ello supone un nuevo
punto de vista para el concepto de enfermedad, puesto que las células
sanas han demostrado ser excelentes acumuladores de fotones y poseen
mayor capacidad para conservar su energía que cualquier otro acumulador
técnicamente realizable.
Su muerte, sin embargo, hace que se
pierda esta capacidad. Hecho comprobado al observarse un aumento cien
veces superior de irradiación luminosa cuando ello sucede y su
desaparición total al cabo de unas horas. Para Popp, dado que el
deterioro de un sistema biológico, la enfermedad y la muerte implican la
disminución de la coherencia y, por consiguiente, el aumento de la
pérdida de información, la observación de la radiación de las células
vivas contituiría un instrumento inapreciable para realizar diagnósticos
prematuros.
Incluso piensa que los organismos enfermos
podrían someterse a un tratamiento de coherencia, mediante la
aplicación de un estímulo rítmico exterior, para recuperar el ritmo
propio. Esta terapia podría ser, por ejemplo, el uso del láser
infrarrojo a diodos, ya que científicos de la Universidad de Alma Atta
(Unión Soviética) descubrieron en la década de los sesenta que la
radiación de esta zona del espectro es, precisamente, una de las más
importantes y mayoritarias emitidas por las células.
Otro
punto interesante derivado de las investigaciones de este físico alemán
se refiere a la concepción termodinámica de los sistemas biológicos. Se
reconocía, hasta ahora, su capacidad de intercambiar no sólo energía
con su entorno, sino también materia, por lo que son considerados, desde
el punto de vista físico, sistemas abiertos, no conclusos. La reciente
aportación de Popp, defendida hace años por el premio Nobel belga llya
Prigogine, es que el ser vivo es, en realidad, el resultado de un
complicado y permanente proceso de equilibrio entre las desviaciones más
diversas de un estado aparentemente constante, así como que el grado de
orden que puede alcanzar y mantener bien acotado por el punto a partir
del cual la emisión de la radiación celular deja de ser de tipo
lasérico, el denominado umbral láser.
Adam DreamHealer, BSc
Biólogo
molecular, NHPC curador de la energía certificada, conferencista
internacional y autor, Adam es un talentoso joven curador de la energía
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